Agonía 2
Sus manos no encontraban el pañuelo que llevaba entre el bolsillo, y su pestañina se derretía sobre su rostro formando caminos de grietas en las mejillas, él sólo se dedicaba a mirarla pero no trataba de consolarla, pues sabía que cualquier palabra sería usada en su contra. Ella sentía que su pecho se reventaba bajo la presión de los latidos de su corazón.
Afuera del pequeño quiosco que los cubría de la lluvia una mujer pasaba con un talego en la cabeza para no mojarse el pelo y un niño jugaba entre los charcos, pero entre ellos dos el tiempo se había detenido, y sólo el sonido de la gotas contra el suelo, parecían el recorrido del segundero en el reloj.
Trató de secar las lágrimas con su mano, pues entre los libros, las llaves y el maquillaje que llevaba en su mochila se había extraviado su pañuelo. En el silencio no encontró el consuelo ni la explicación que esperaba y se dio cuenta de que había llegado el momento que siempre había temido, sólo dijo adiós y salió del quiosco.
Él sólo pudo ver que ella se alejaba, vio cómo su olor la perseguía pero se negaba a apartarse de su nariz, se dio cuenta que el beso del día anterior había sido el último, y aunque creyó que ella daría la vuelta y regresaría a sus brazos, su esperanza se desvaneció cuando la dejo de ver en el horizonte.